Presentación

Espacio virtual creado por el Centro de Investigaciones Culturales La silla - Región del BíoBío

Archivo del blog

Recuperando Vertientes Talcahuano

PARQUE TUMBES

PARQUE TUMBES OTRA VISIÓN

Mostrando entradas con la etiqueta crónicas de talcahuano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta crónicas de talcahuano. Mostrar todas las entradas

martes, 8 de julio de 2008

El Pancho Loco

Crónicas
por Mª Cristina Ogalde


TALCAHUANO ciudad puerto, es un maravillosa ventana al Pacífico, puerto industrial y pesquero, eso lo tenemos claro, pero Talcahuano además es una ciudad con historia, rica en personajes mágicos y lugares ancestrales. En esta columna queremos tener un reencuentro evocador con estos personajes y estos lugares. Hoy rescatemos de la memoria colectiva la presencia de: “el Pancho loco”. Quien no lo vio por las calles de Talcahuano en los años sesenta con su atado de diarios amarrados por una correa sujetándolos a un costado, su figura un poco encorvada por el peso de las noticias cargadas en su cadera o por años vividos que ya eran muchos. Recuerdo que en su rostro desgreñado tenía un ojo de color y un ojo emblanquecido (bien poco veía el hombre), el cual inspiraba mucho temor a los niños, después adulta comprendí que su ojo blanco era una nube que opacaba su visión. Con todo esto lo que más impresionaba de este personaje, chorero cien por ciento, era su alucinante vozarrón con que anunciaba los diarios y peleaba con los niños que lo molestaban. Seguramente era dueño de una gran hiperkinesia, que infundía mayor terror a los niños, todos arrancábamos cuando llegaba el “Pancho Loco” al barrio. Tanto en el centro como en los cerros, en el Arenal o en Gaete, en el Morro o por el malecón. Los chicos más audaces osaban molestarlo lo que desataba sus iras, carreras iban, carreras venían, arrancando del “Pancho Loco”. Usted querido lector ¿lo recuerda?, a veces llevaba un palo en su mano, tal vez para apoyar su figura encorvada, que aparentemente no medía más de un metro cincuenta y cuatro pero que desde la pequeñez de mi infancia, lo veía enorme y aterrador, ágil, capaz de alcanzarme hasta el propio patio de mi casa en la calle Infiernillo que después pasó a llamarse Juan de la Cruz Tapia, frente a la laguna y a la cancha Macera, verdadero tierral que quitaba rapidez a mis piernas infantiles. Con el correr del tiempo, mi niñez se fue pasando en el Liceo Fiscal tuve una amiga muy querida y por ahí por el tercer año fui a su casa en la Población Morgado, a pedirle unas tareas, y tamaña sorpresa me llevé pues quien me abrió la puerta era el mismísimo “Pancho loco”, con pantuflas en los pies, no tenía los diarios cargando al costado ni el palo en la mano pero con el mismo e inconfundible vozarrón me preguntó a quién buscaba: me quedé muda, mis neuronas juveniles estaban procesando la imagen que recibía, no sabía si salir arrancando o responder la pregunta, después del primer instante, con un dejo de admiración respondí. Mientras iban a buscar a mi amiga, pude comprender que “el Pancho loco”, era una persona, tenía una vida, una familia y un trabajo que desempeñó muy bien. Aún están en mi retina las dos imágenes, el vendedor de diarios y el dueño de casa, abuelo de mi amiga. ¿Lo recuerda usted?

lunes, 7 de julio de 2008

LA PATA È CAUSEO: MUJER PERENNE

Su figura magra y encorvada alimentaba mis temores y fantasías de niñez traviesa que bordeaba los nueve años en la escuela Santa Catalina de la calle David Fuentes. Era ella… mítica…misteriosa…agresiva. Y como no, si cada vez que salíamos por la estrecha puerta hacia la calle como albas palomas con nuestros delantales plisados y almidonados, con el alboroto y bullicio que nos dan los cortos años vividos, corríamos a su encuentro solo para gritarle :”¡¡¡Pata e` causeo…pata é causeo…pata é causeo!!!” y después desbandarnos para salvarnos de sus palabrotas y bastonazos que endilgaba a diestra y siniestra. Quién no recuerda a esta mujer delgaducha, casi enclenque cuya ropa era un misterio, ¿Cuántos refajos y cuantas chalecos llevaría puesto debajo de su inseparable abrigo sujeto por su colorido delantal de grandes bolsillos donde guardaba muchos tesoros pues siempre parecían estar preñados, retocaba su divertido atuendo sus gastados botines con chiporro, sus medias gruesas, color café y su infaltable gorro envuelto en lo que parecía una gorra de ducha plástica o tal vez una bolsa de similar material desde donde se descolgaban desgreñadas mechas tan blancas como nuestros delantales. La verdad es que nunca pude acercarme lo suficiente para distinguirlo pero creo que en esos tiempos aun no se conocían las bolsas plásticas que hoy nos inundan y ahogan. Solía cargar a cuestas como los caracoles, por las calles de mi ciudad, toda su casa en las pilguas repletas de ropas u otros menesteres. Por sus enrejadas mallas a veces se podía distinguir la esencia de su ser y carta de presentación de mendiga: generosos trozos de pan duro. Le gustaba pernoctar a la salida de mi escuela, tal vez por que las monjitas la “aguachaban” dándole comida desde el internado o era esa secreta complicidad de acosadoras y perseguidora que nos unía, o quizás por que ”la pata é causeo” se paraba horas al pie de la gruta a la entrada de la iglesia TODOS LOS SANTOS quedando extasiada, susurrando, mascullando o llorando oraciones a la Virgen, situación que nos paralizaba por nuestro origen de alumnas de monjas ante el temor de pecar mortalmente si la interrumpíamos o porque la postal que veíamos ante nuestros ojos de la anciana mendiga en intimo coloquio con la Madre de Jesús traspasaba nuestro espíritu y nos estremecía, pero cuando se percataba de nuestra cercanía enarbolaba su precario articulo de madera persiguiéndonos con agilidad, ahí se producía la desbandada, en nuestra inocencia, (en esa oportunidad cruel) jugábamos mejor que con los juegos interactivos que existen en internet donde se tienen varias vidas. En esos tiempos arriesgábamos el pellejo “en vivo y en directo”. Así como se esfumó mi infancia, así también se esfumó de mis recuerdos “la pata é causeo”, sus ojillos ilustres, brillantes como esferas de cristal color cielo, su rostro de tez blanca, anguloso, plasmado de surcos invernales, sus dedos huesudos de experimentada pianista (si no hubiesen estado envueltos en trapos simulando guantes), aún las calles la recuerdan, o algunos mayores, tal vez tuvo casa donde reposar sus huesos al atardecer, tal vez eran ciertas las leyendas que en sordina comentaban los adultos de esa época: que “la pata é causeo” provenía de una familia muy aristocrática y adinerada de este puerto pero que al perder a aquel a quien amaba se le fue la razón. Como sea, “la pata é causeo” permanece en nuestro imaginario social pues hay madres o abuelas que ante una niñita desastrada la llaman “PATA É CAUSEO”. Ella es parte de nuestra identidad local, de la cultura de nuestro Puerto.

María Cristina Ogalde
Diseño:
Ingrid Odgers Toloza

Centro de Talcahuano

Centro de Talcahuano

entrevista a Mª Cristina Ogalde

Caracola

Caracola
escultura en Talcahuano