Presentación

Espacio virtual creado por el Centro de Investigaciones Culturales La silla - Región del BíoBío

Archivo del blog

Recuperando Vertientes Talcahuano

PARQUE TUMBES

PARQUE TUMBES OTRA VISIÓN

miércoles, 15 de octubre de 2008

"El Abordaje" - Jorge Retamal Villegas -Talcahuano


Imposible saber si fué más ruidoso el silencio que siguió, o el horroroso estrépito que se produjo cuando el
buque mercante impactó a nuestro viejo “María Fernanda II” mientras nos encontrábamos navegando, a media
máquina, a la cuadra de Constitución, en busca de una zona de pesca.
La estupefacción, al ver seguir su marcha al mercante, después de largarnos un pitazo de tardía advertencia que
más sonó a carcajada que a un alerta, se transformó en pánico al comprobar que nos había arrancado una parte
de la proa.
La gallardía del andar marinero que caracteriza a estos pequeños pesqueros, se transformó en burdo andar de
borracho en callejón empedrado, con roladas y encabuzamientos inesperados que hacían infructuoso su
gobierno.
¡Hacer estanco el barco!.. gritó el contramaestre. Nos miramos unos a otros. (Ninguno reunía la condición de
huevón absoluto, que lo llevara a bajar al entrepuente de una nave que se podía campanear en cualquier
momento).
¡Estai lesiando viejooo..! -gritó desde popa el tripulante panguero, hombre de curtidos años en el oficio, y el
único que se podía dar el lujo de hacer indicaciones al maldiciente crónico que era el “contra” ¡...bajemos la
panga y el bote salvavidas y nos largamos al tirooo...! concluyó.
Solo entonces, metió su cuchara el patrón de pesca... ¡total, el día del cuete vai a dejar estanco esta hueá...
no v’ís que tiene más huecos que un recital de Juan Gabriel...! Miramos con alivio a los deliberantes (p’a que
voy a decir una cosa por otra...no queriendo pasar por cobarde...pero con una mano, puesta como al descuido
sobre el gancho del que pendía un chaleco salvavidas... me maldecía por haberme embarcado esa condenada
mañana p’a un viaje como reemplazante del cuki quién, ¡la suerte del curado! no se había presentado al zarpe
por estar como un “cuero”).
El “contra”, con una dura mirada y sin mediar palabra, le hizo un gesto, seco y cortante, a López, que obligó a
éste a dedicarse de inmediato a la tarea de largar el bote salvavidas.
(Desde que subí a bordo en la mañana, ese tripulante me había sorprendido constantemente. Cuando serví el desayuno, y como corresponde a todo cocinero, había observado el carácter de la tripulación -cuestión
obligada si no se quiere tener problemas en tan delicada función a bordo- de lo que pude desprender que
estaba conformada de forma tradicional... desde el despectivo que acepta la comida como un favor y con el
ceño fruncido -y que generalmente corresponde al “gorreado” por la patrona- hasta la pareja de payasos que
nunca falta y que encuentran su máximo placer en hostigar a los más taciturnos... pero López era especial...
recibió su “valdiviano” y su pan con una semisonrisa de agradecimiento y se inclinó -como todos- a la
importante tarea de sorber y masticar... pero, como un perro, sin perder de vista a nadie.
Terminado el exterminio de las viandas, y cuando llegó el momento en que un estómago lleno y caliente invitan
a la conversación, puso toda su atención en las palabras que cruzaban el “contra” con el “panguero”, sin
dejar de sonreír más abiertamente ante las terribles palmadas con que acompañaban sus carcajadas los dos
payasos de a bordo.
Lo mismo ocurrió durante el almuerzo, sorprendiéndome aún más que nadie le dirigiera la palabra, no
obstante que no parecía existir animadversión en su contra.
Mediada la tarde, efectuamos un lance que resultó “palomo”, y mientras izábamos la vacía red, desde mi
puesto de trabajo al lado del winche mi asombro aumentó. ¡Era un tripulante de primera y enormemente
disciplinado! Bastaba una mirada y un gesto del contramaestre para que estuviera en el lugar y en la
maniobra adecuada.
A lo peor, al tipo “se le quema el arroz”... pensé para mis adentros, cuando me percaté que, como un
enamorado, jamás quitaba sus ojos de la figura del recio contramaestre, cuestión que parecía ser la razón por
la cual, éste último, sólo se dirigía a él con gestos de brutal autoridad. Y estaba sumido en esas reflexiones,
mientras preparaba la cena, cuando sobrevino el impacto).
López, sudoroso y con los dedos destrozados, logró por fin abrir los oxidados seguros que impedían que el bote
salvavidas se cayera sólo, cuando el “contra” le lanzó el enorme cuchillo de cubierta -que se clavó a pocos
centímetros de su cabeza- y chasqueando sus dedos, le señaló el cordaje de la red que, con la escora, había
caído al agua y hacía peligrar la operación de la “panga”.
Como un gato, López descendió del puente a la cubierta y se dedicó a la afanosa tarea de cortar y cortar
cables... (Con tanto miedo a las represalias por indisciplina como al propio naufragio, el resto de nosotros
aguardaba a duras penas la dilatada orden de abandonar el barco) cuando un fuerte bandazo de la nave,
inequívoco anticipador de su hundimiento, llegó junto con el bramido del patrón...
¡Al agua mieeerdas!
¡Al agua mieeerda!... respondimos todos con aullidos de chivateo indígena.
Y al agua fuímos todos... entremezclándonos en un enloquecedor chapoteo que nos llevara a agarrarnos del bote
salvavidas o de la panga -o de lo que fuera- que nos sacara de la inevitable succión del remolino que,
irreversiblemente, habría de ocasionar el hundimiento del pesquero. (La mezcla de agua salada y noche, otorgaba una sensación especial al miedo que nos invadía y que, tal vez para distraerlo, hacía que los primeros que embarcamos, agarráramos de donde fuera a los desesperados nadadores para izarlos hacia la salvación)
El ¡FZFZFZFZ! que provocó la entrada del agua en la caliente sala de máquinas del pesquero (que me dejó la
imborrable sensación de escuchar exhalar su último suspiro a un ser humano) hizo que todos volteáramos la
mirada a nuestro barco... descubriendo horrorizados que López, firmemente agarrado de la borda del navío
moribundo, nos observaba con su semisonrisa perenne y sus ojos desmesuradamente abiertos...
El parte estampado en la Capitanía de Puerto de Talcahuano, consignó como único fallecido en el naufragio del
Pesquero María Fernanda II... al sordo López.

No hay comentarios:

Diseño:
Ingrid Odgers Toloza

Centro de Talcahuano

Centro de Talcahuano

entrevista a Mª Cristina Ogalde

Caracola

Caracola
escultura en Talcahuano