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PARQUE TUMBES

PARQUE TUMBES OTRA VISIÓN

jueves, 18 de octubre de 2007

El río y el sauce


Susana caminaba rauda por la calle. El verano intempestivo se había instalado con furia en la ciudad. El sol traspasaba sus ropas ligeras quemando su piel, la falda bamboleaba en sus piernas dándole cierto alivio, las sandalias torturaban sus pies. Se refrescó al recordar el río a los pies de la casa de su madre y el sauce favorito donde desde niña se encaramaba en las tardes plácidas de campo y oteando el horizonte imaginaba decenas de aventuras cuando se fuera a estudiar en la capital. Podía sentir el murmullo del agua correntosa que tantas veces lavó sus pies, su cara, cuando los juegos con sus hermanos agotaban mucho o podía sentir el crujir de la madera vieja en el pequeño varadero que construyó su padre para tener donde saltar al agua y nadar como un pez. Recordó como su cuerpo perdía gravidez sumergida en el río, las gotas de agua que en miles escurrían con cada movimiento. El aroma a tierra mojada, a ranas y guarisapos inundó sus pulmones. La hierba fresca, el color verde de sauces, canelos y acacios llenaron sus ojos. Alargó un pie para atravesar la calle San Antonio y llegar hasta el sauce favorito en el patio de la casa. No sintió el chirrido de frenos ni el golpe seco de metal ni el grito de otros transeúntes, continuó caminando hasta el sauce, tocó con sus manos el grueso tronco, buscó los corazones que garabatearon con su vecino el Juan cuando se hablaron de amor y se juramentaron volver todos los años en las vacaciones, luego fue hasta el varadero, una vez más sintió crujir la madera bajo sus pies descalzos, saltó con fuerza para llegar a lo más hondo, salpicó agua a todos lados con tamaño brinco, nadó hasta la orilla y emergió llena de gotitas de agua resbalando por sus ropas. Su madre salió de la casa por el ruido dela agua, Susana la llamó:
--Mamá, mamá que fresca está hoy el agua- le gritó haciendo eco con sus manos.
Su madre la miró con dolor.
--¡Dios mío! ¿Qué le pasó a mi Susana?-gritó cayendo desmayada al suelo.
Dos días después, esperó en la misma puerta el carro fúnebre que traía a su hija menor, muerta en un accidente en la calle San Antonio de la capital donde fue a estudiar.


Cuento
de Cris Ogalde

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Diseño:
Ingrid Odgers Toloza

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